Opinión

Melissa: La lluvia que desnudó las cloacas del descuido

La tormenta tropical Melissa no solo descargó once pulgadas de lluvia sobre Santo Domingo; descargó también una verdad incómoda que los dominicanos conocemos, pero preferimos ignorar: la vulnerabilidad estructural de nuestras ciudades y la falta de planificación sostenible en materia de drenaje y saneamiento urbano. Las calles anegadas, los vehículos flotando como barcas improvisadas y la ciudad paralizada fueron más que imágenes de un evento meteorológico; fueron un espejo donde se reflejó la precariedad del sistema y la ineficiencia de la gestión pública.

El gobierno del presidente Luis Abinader ha reiterado que se han invertido más de RD$ 27 mil millones en agua y saneamiento. Sin embargo, la realidad que mostró Melissa contradice las cifras oficiales. No basta con anunciar inversiones; es preciso mantener, limpiar y supervisar los sistemas que protegen a la ciudadanía. Como en la parábola de la casa sobre la arena, de nada sirve construir si los cimientos están descuidados. La lluvia no perdona la improvisación.

El drenaje: un gigante dormido bajo el asfalto

Los ingenieros han sido claros: lo que mayormente provoca el caos no es la lluvia en sí, sino la falta de mantenimiento preventivo de los sistemas pluviales y sanitarios. En un país con temporada ciclónica cada año, resulta incomprensible que las autoridades no ejecuten limpiezas programadas antes de las tormentas.

La verdad es que no se realizan limpiezas preventivas de los sistemas de drenaje pluvial y sanitario, como deben hacerse al inicio de la temporada ciclónica. La negligencia, más que la naturaleza, es la culpable.

El contraste histórico es evidente. Durante los gobiernos del Dr. Leonel Fernández, se construyeron cinco de los siete grandes túneles de drenaje que hoy posee la capital. Se diseñó y puso en marcha el Plan Maestro de Alcantarillado Sanitario del Gran Santo Domingo, primera planificación integral para enfrentar un problema urbano que venía desde los años 40. Aquel proyecto contemplaba la rehabilitación de 17 plantas de tratamiento y la interconexión de redes de aguas residuales con emisarios submarinos que descargaban tres kilómetros mar adentro. Era una visión de Estado, no de coyuntura.

La metáfora del agua: entre la memoria y el olvido

La historia suele ofrecer lecciones que los gobiernos olvidan. En 2007, las tormentas Olga y Noel dejaron lluvias muy intensas, entre 100 y 300 milímetros, nueva vez y con Melissa Santo Domingo colapsa.
El agua, símbolo de vida y pureza, se convirtió en mensajera del abandono. Como un torrente de memoria, vino a recordarnos que el progreso no se mide por los discursos de modernización, sino por la capacidad de resistir las pruebas del tiempo y del clima.

Promesas estancadas en el lodo

El gobierno actual ha inaugurado obras y anunciado planes de expansión de redes en distintas provincias, pero el drama de la capital evidencia que no se trata solo de construir, sino de conservar. Las cañadas siguen sin canalizar, los imbornales llenos de desechos, y la basura urbana termina siendo la primera causa de inundaciones.
Cada tormenta se convierte en una alegoría del abandono, una especie de ritual donde los ciudadanos pagan con angustia lo que el Estado debió prevenir con planificación.

Leonel Fernández y la visión de futuro

Frente a este panorama, la Fuerza del Pueblo se proyecta como una opción real de renovación institucional y técnica de la infraestructura nacional.

El Dr. Leonel Fernández ha demostrado en el pasado que el desarrollo no se improvisa; se diseña. Sus gobiernos legaron sistemas de drenaje, acueductos y plantas de tratamiento que, de haberse mantenido con regularidad, hoy mitigarían desastres como el de Melissa. Su enfoque, centrado en la planificación de largo plazo y en la integración de tecnología e inteligencia urbana, es precisamente lo que el país necesita para enfrentar los nuevos desafíos del cambio climático.

El futuro, si queremos construirlo sobre roca y no sobre fango, exige retomar esa visión integral. El drenaje no es solo una obra hidráulica; es un reflejo de la responsabilidad política, de la ética pública y del compromiso con la vida de los ciudadanos.

Porque cuando el Estado falla en limpiar sus drenajes, lo que realmente se obstruye no son las alcantarillas, sino la confianza del pueblo.


Por: Ing. Jaime Bruno

Comentarios